Para valorar la bondad de los presupuestos actuales hay que tener en cuenta la situación de la coyuntura actual, en una etapa del ciclo recesiva se activan de forma automática los estabilizadores automáticos, haciendo que caiga la recaudación por impuestos, al reducirse el consumo, los beneficios y la renta disponible. Adicionalmente el estado puede utilizar la política discrecional aumentando el gasto público y reduciendo los impuestos.
Los presupuestos constan de dos partes claramente diferenciadas, por un lado se encuentran las partidas representativas de los gastos que como máximo podrá efectuar el Sector Público y por otra la previsión de los ingresos que se espera obtener por las recaudaciones de impuestos.
El elemento central para determinar el importe de los ingresos impositivos se encuentra en el nivel de actividad económica, a mayor nivel de actividad mayor será la recaudación, ya que las familias consumirán más y por tanto se generarán más ingresos por IVA, las empresas obtendrán más beneficios con los que se incrementaran los ingresos del impuesto de sociedades y las familias aumentarán su renta disponible reflejándose en un incremento en la recaudación por el Impuesto de la Renta.
Lo primero que hay que destacar es lo inverosímil de las predicciones, el dato de crecimiento económico para 2009 se sitúa en el 1%, lo que contrasta con la ultima previsión de FUNCAS que lo sitúa en un -0.5%, o la predicción del FMI en su informe de octubre que augura un crecimiento negativo del 0.2%. Dado que el valor del crecimiento del PIB es la variable básica sobre la que se establecen las predicciones de recaudación de los impuestos de la economía, e importantes partidas de gasto como los pagos por prestaciones por desempleo, las cuantías de todos estos conceptos tampoco serán las correctas.
Como queda evidenciado en la ley de Okun, hay una estrecha relación entre el crecimiento del PIB y el del desempleo, para el caso de España se estima que por cada 0,7 puntos porcenuales de incremento en la tasa de paro el PIB real cae un 1%, de ahí que las predicciones en relación a la tasa de desempleo difieran asimismo de forma ostensible, el FMI estima una tasa de paro para finales del 2009 de casi el 15%, mientras que el dato utilizado en los presupuestos se queda únicamente en el 12,4%. Las disimilitudes son muy ostensibles, ya que para una población activa como la española de unos 20 millones, cada punto porcentual supone 200.000 parados adicionales, por lo que la diferencia entre los vaticinios del FMI y del Gobierno es de unos 500.000 desempleados.
De lo comentado anteriormente se deduce que el déficit explicitado en los presupuestos del 1,5% se superará ampliamente, tanto por los menores ingresos impositivos, como por los mayores gastos, en especial los relativos a las mayores prestaciones por desempleo. A lo que hay que sumarle los gastos derivados de los planes de apoyo al sector financiero.
Para valorar la bondad del presupuesto en relación a la situación coyuntural, hay que recordar que desde la economía neoclásica, se afirma que el estado debe intervenir cuando el mercado falla, una de las causas que son catalogadas como fallo son las oscilaciones de la producción agregada en torno a su nivel potencial, lo que crea las expansiones y recesiones recurrentes. En la actualidad y dado que hemos perdido el recurso a la política monetaria, el instrumento que nos queda es la política fiscal, es decir se debería incrementar el gasto público y/o reducir los impuestos. Como hemos comentado aunque el estado no actué discrecionalmente debido a los estabilizadores automáticos los gastos aumentaran y los ingresos se reducirán. De hecho los ingresos presupuestados caen un 7%, mientras que los gastos se incrementan en un 3%.
No obstante hay que añadir que la visión de la macroeconomía no es monolítica, existiendo dos corrientes principales, la primera; los nuevos clásicos afirman que el mercado funciona razonablemente y la intervención del gobierno es perjudicial, por otra parte están los nuevos keynesianos, manteniendo la posición inversa. Los últimos acontecimientos con el descalabro del sistema financiero internacional, refuerzan la posición de los nuevos keynesianos, y desde estas posiciones valorarían un presupuesto muy contenido, mientras que la conclusión sería la contraria para los acólitos de la nueva economía clásica.
Desde estas líneas pensamos que el énfasis hay que ponerlo no sólo en las políticas de demanda, sino, y en especial en las políticas de oferta, flexibilizando el funcionamiento de los mercados de bienes y servicios, el de la energía, telecomunicaciones, transporte, incrementando las inversiones en I+D+i, y perfilando la necesaria reforma del mercado laboral.
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