martes, 30 de diciembre de 2008

Despedimos un año complicado.


La quiebra de Lheman Brother en septiembre supuso el revulsivo para que los gobiernos de los países ricos se percataran de la profundad de la crisis estructural del sistema financiero, y se utilizaran todos los recursos disponibles al objeto de evitar el llamado riesgo sistémico, es decir, el colapso del sistema financiero, y más concretamente del crediticio, lo que implicaría un efecto dominó, paralizándose la estructura productiva de la economía.

A partir de entonces el conjunto de medidas articuladas por los países las podemos dividir en dos fases, la primera destinada a las entidades financieras consistentes en la inyección de liquidez a través de la adquisición de activos financieros de diferentes calidades en función de los países, el aseguramiento de las emisiones de deuda y la capitalización de las entidades con dinero publico. La primera de las medidas de aplicación prácticamente en exclusividad en España. Ya que desde que se aprobará el plan de Reino Unido, diseñado por Gordon Brown, los diferentes países en parte para aminorar el riesgo moral, han optado por la entrada en el capital de las entidades financieras, lo que de facto es una nacionalización.

Recientemente como afirma Garcia-Montalvo en su blog, la orientación de las ayudas parece que experimenta un cambio de rumbo, yendo a la raíz del problema en EEUU y ayudando directamente a asegurar el subyacente.

La segunda destinada a la economía real, ya que la crisis de crédito y confianza impacta en la economía real, con caídas no vistas desde la gran depresión y perspectivas todavía más aciagas para el próximo año 2009, donde probablemente se situé el epicentro de la crisis.

Para estimular la economía se disponen de dos tipos de políticas la monetaria y la fiscal. En los últimos meses dada la gravedad de la situación, el paradigma keynesiano ha alcanzado un claro predominio sobre el neoliberalismo de no intervención. Incluso desde el FMI su economista jefe Olivier Blanchard ha apostado por un incremento del gasto público, si el FMI, otrora adalid de las políticas de consolidación fiscal e impulsora del consenso de Washington.

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